El INPRFM conmemora el XL aniversario de su fundación
Posted on 2020-01-01El pasado 21 de noviembre del presente año se llevó a cabo la ceremonia con motivo del XL aniversario del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM). El presídium de la ceremonia inaugural estuvo formado por el doctor Jorge Alcocer Varela, Secretario de Salud, el doctor Eduardo Madrigal de León, Director General del Instituto, los exdirectores: doctora María Elena Medina-Mora Icaza y doctor Gerhard Heinze, así como la Lic. Mariana de la Fuente, de La Fundación Ramón de La Fuente y el E.P. José Armando Vázquez Ramírez, Secretario General de la Sección 95 del Sindicato.
En su discurso, el doctor Eduardo Madrigal enfatizó la tenacidad, disciplina y paciencia que ha requerido la construcción y fortalecimiento de esta institución y recordó su vocación de relacionar por medio de la investigación, las disciplinas psicológicas y médicas para modificar la forma de entender la enfermedad mental, brindar una atención integral, transformar los hallazgos científicos en programas aplicables a la comunidad, formar recursos humanos sensibilizados y capacitados, mejorar las prácticas para la prevención de la enfermedad y formular recomendaciones para las políticas pública en el país.
Mencionó que los actuales propósitos y metas de la institución coinciden con el cambio histórico transformador que impulsa el gobierno federal y la voluntad manifiesta y explícita en planes y programas nacionales y sectoriales de priorizar el tema de la salud mental, atender el rezago, corregir las desviaciones, reorganizar la atención dispersa y caminar con rumbo, orden e inversiones. Hizo un llamado al señor Presidente de la República y al señor Secretario de Salud, para que cuenten con la participación activa de la Institución en esta gesta histórica: “tenemos mucho que aportar, producto de la experiencia acumulada en nuestras líneas de investigación históricas que siguen abiertas y más para las nuevas demandas”, mencionó.
El programa del evento incluyó la presentación del Libro Conmemorativo del XL aniversario del INPRFM, un día de jornada académica para los médicos egresados de la especialidad en Psiquiatría del Instituto y la lectura del Testimonio del maestro fundador por el Dr. Héctor Pérez-Rincón, Director-Editor de la revista Salud Mental, el cual se trascribe a continuación.
El señor Director me ha solicitado que brinde un breve testimonio personal en este Cuadragésimo Aniversario del Instituto. El honor que me concede no tiene otro merecimiento que el de mi provecta edad que me permitió tratar durante más de tres decenios al fundador de esta casa, conocer de cerca el proceso de su creación y haber presenciado su evolución a lo largo del lapso que hoy se festeja. Su amable petición, empero, me hace sentir como si fuera la versión médica del sargento De la Rosa, aquel centenario superviviente de la batalla del Cinco de Mayo, pequeño y enjuto, de luengas barbas blancas, que desfilaba hasta mediados del siglo pasado, con su uniforme del ejército juarista, sentado en un Jeep, cada 16 de septiembre, entre los vítores de la multitud. Su mérito mayor era haber sobrevivido 92 años a esa gesta militar histórica. El triste privilegio de la edad permite que los supérstites hayamos contemplado amplios periodos del devenir humano.
Este Instituto, que hoy ostenta con justicia el nombre de su fundador, enriqueció desde hace cuatro decenios al número de las instituciones médicas de alto nivel que habían ilustrado otras figuras señeras de la medicina mexicana. Otras más le seguirían en la vía inaugurada por los doctores Ignacio Chávez y Salvador Zubirán en la generación anterior a la de Don Ramón de la Fuente Muñiz. Por cierto, que hace pocos días meditaba, internado en el de Ciencias Médicas y de la Nutrición, que el Nacional de Psiquiatría no tiene, como otros, un lema en lengua latina, y cómo no tuve la curiosidad de preguntárselo en alguna de las muchas horas en que conversamos de todos los asuntos divinos y humanos. Un lema tan poético como el de Cardiología, o tan sencillo como el de Nutrición, o tan presuntuoso como el de Neurología. Lemas en nuestra lengua madre que nos vincula con una larga tradición Humanista a la que México pertenece desde el siglo XVI. Todavía estamos a tiempo, señor Director, para buscarle alguno.
Como se demostrará en la celebración de este feliz aniversario, los opimos frutos cosechados en este lapso tienen que ver, ciertamente, con el valor, dedicación y responsabilidad de quienes han tenido la fortuna de trabajar en el Instituto, pero las actividades personales se inscriben dentro de un proyecto cimentado en la visión y la buena mano de su sembrador. En el texto que me solicitaron con motivo del V aniversario de su fallecimiento, señalé algunos rasgos de su personalidad que hoy es oportuno evocar. Permítanme ahora cometer el pecado venial de citarme:
“Pocos mexicanos he tratado que conocieran y amaran más a su país. Durante los treinta y cinco años en que tuve el privilegio de trabajar junto a él, pude percatarme que más allá de sus logros curriculares, sus homenajes, sus preseas, sus reconocimientos nacionales e internacionales, había en Don Ramón de la Fuente una conciencia muy lúcida de sus capacidades y de su misión, de la situación de la medicina y de la psiquiatría mexicanas, de las fortalezas y debilidades de la Universidad y del país, y que todos los proyectos que intentó y que llevó a cabo tenían en el fondo un deseo: hacer que prevaleciera la honradez sobre la corrupción, la responsabilidad sobre el oportunismo, el esfuerzo personal sobre el arribismo, la seriedad sobre la improvisación, la discreción sobre la charlatanería. Fue un defensor admirable del sigilo profesional, que, habiendo recibido las confidencias de destacadas figuras de la cultura nacional, jamás traicionó su confianza y rechazó siempre toda sugerencia a la componenda, a la habladuría o a la delación. Discreto y mesurado, severo pero cordial, elegante y parco, poseía el raro don de saber siempre separar, de sus lecturas enciclopédicas siempre al día, el grano de la paja, y de descubrir en sus interlocutores, con un ojo clínico sorprendente, la buena o mediocre ley de sus almas. Poseía un agudo y a veces devastador sentido del humor que no todos sabían aquilatar. Las entrevistas que sostuve con él a lo largo de tantos años se prolongaban en agradables y enriquecedores diálogos en los que expresaba siempre juicios lapidarios, pero justos, sobre hechos, situaciones y personas”.
Ahora entenderán, quienes no lo conocieron, hasta qué punto perdura en esta institución su huella y su proyecto, y cómo, al asumir los valores que en ella dejó impresos, las nuevas generaciones pertenecen a una familia espiritual y a una genealogía intelectual de élite.
Desde 1971, cuando participé en el Comité Organizador del V Congreso Mundial de Psiquiatría, que presidió el doctor de la Fuente, y desde el Departamento de Psicología Médica, que hoy dirige la doctora Medina-Mora, pude percatarme de cómo tomaba forma ese ambicioso proyecto. Su visión de la psiquiatría, que plasmaría en éste, era el fruto de un enfoque muy completo y moderno de la medicina mental, en el que las neurociencias estaban llamadas a brindar sólidos cimientos biológicos a una tradición nosográfica, fenomenológica y psicopatológica que había presidido la construcción de esta especialidad a lo largo de una centuria. Como todos los grandes institutos psiquiátricos del primer mundo fundados en el siglo XX, el Mexicano de Psiquiatría se inspiraba en el prototipo de todos: el Centro de Investigación para la Psiquiatría creado por Kraepelin en Múnich, en 1917, primero bajo el nombre del Kaiser Wilhelm, y que lleva actualmente el del Max Planck. Sí, Don Ramón de la Fuente proyectó el suyo como una institución de Primer Mundo, y hasta la fecha no lo hemos decepcionado. Para cada una de las secciones proyectadas escogió al investigador mexicano idóneo. Por ejemplo, por mencionar sólo a algunos, a Don Augusto Fernández-Guardiola, a Don José Luis Díaz, ahora de la Academia Mexicana, y a mí, nos trajo del otro Instituto donde laborábamos. Su proyecto nos sedujo. Lo mismo ocurrió para las otras especialidades que conformarían este diseño multidisciplinario. Cada una de las Direcciones y Departamentos que tuvo en un principio han tenido un desarrollo y un crecimiento ejemplares. La encomendada inicialmente a Don Augusto Fernández-Guardiola, por ejemplo, ha multiplicado sus laboratorios, sus proyectos, sus líneas de investigación, a la par que su prestigio internacional, al grado que un visitante extranjero que visitó la División de Neurociencias, exclamó: “–¡Pero tenéis dentro de vuestro Instituto de Psiquiatría todo un instituto de Neurobiología!”. Sí, pocos países han podido darse ese lujo. La amplitud y la seriedad de sus aportaciones habrá de tener sin duda una repercusión no muy lejana en diversos campos de la psiquiatría. Otro tanto puede decirse de la División de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales. El número de sus investigadores y los proyectos en los que se han comprometido han crecido, desde su origen, en forma exponencial. Su participación en las Encuestas Nacionales de Salud ha sido definitiva para poder calibrar algunos de los problemas más acuciosos de salud pública del país. Otro tanto puede decirse del valor de sus investigaciones sobre drogadicción y dependencias, sobre la violencia, sobre los estudios de género, etcétera. La participación de esta División en proyectos internacionales de alta relevancia ha permitido aportaciones originales para la actualización de los principales manuales diagnósticos de uso internacional.
Pero hay otro factor que debemos considerar también en este aniversario: las instituciones asistenciales, de investigación, de enseñanza, por muy meritorias y necesarias que sean, requieren, para materializarse, de una serie de cualidades que no poseen todos aquellos que producen ideas brillantes. Es necesario tener además la habilidad y la autoridad intelectual y moral para lograr convencer a los hombres del poder, de la administración, de la alta burocracia, que generan los planes nacionales y ejercen los presupuestos, para apoyar con una visión de largo plazo, el esquema propuesto. Lo mismo ocurre respecto de las más importantes instituciones filantrópicas que han valorado positivamente, muchas veces, los proyectos presentados. Esta es la parte no siempre visible, pero indispensable, de toda empresa de este calibre. Esta gran habilidad que tuvo su fundador la han sabido mantener los sucesores, los doctores Gerhard Heinze, María Elena Medina-Mora y Eduardo Ángel Madrigal de León, que han sabido acrecentar con éxito la herencia que recibieron, pues bajo su dirección el Instituto ha aumentado sus servicios, sus departamentos, sus laboratorios, como se verá en el Libro conmemorativo que hoy ve la luz. El crecimiento de la institución, empero, ha debido adaptarse a una realidad administrativa y presupuestaria muy peculiar, que los historiadores habrán de calificar más tarde. Por ejemplo, en mi Departamento, el de Publicaciones, al que su fundador le dedicaba una especial atención, a lo largo de los años hemos sufrido la pérdida de plazas y metros cuadrados, lo que no ha sido obstáculo para que el exiguo personal que lo compone haya llevado a cabo con optimismo y responsabilidad, las tareas que se le encomendaron. La revista SALUD MENTAL, órgano oficial del Instituto, cumple este año 42 de publicación ininterrumpida, en un proceso bibliométrico ascendente. En España está considerada, en la Real Academia Nacional de Medicina, como la más importante de Hispanoamérica. No sólo eso, muy pronto el señor Director anunciará la aparición de otra publicación que redondeará y completará el proyecto multidisciplinario que hoy celebramos. El boletín “Información Clínica”, que durante años editó el doctor Carlos Berlanga, prosigue su andadura ahora bajo la coordinación de la doctora Sofía Vidal de la Fuente, como un instrumento invaluable de actualización y educación continua, muy apreciado por los colegas del orbe hispanohablante.
A lo largo de estos cuatro decenios hemos debido asistir también, como ley inviolable de la Naturaleza, a la desaparición de algunos de nuestros compañeros del Instituto al que dedicaron amor, talento y vida. Merecen un recuerdo agradecido todos aquellos que, como dice el ritual romano, “nos precedieron con el signo de la fe y duermen el sueño de la paz”.
Señoras y Señores:
Es muy justo celebrar este aniversario, sentirnos orgullosos de los logros, las publicaciones, las patentes, la multitudinaria participación de sus investigadores en Congresos y Simposia internacionales, la amplia labor asistencial y formativa que el Instituto ha generado y disfrutar merecidamente de la opinión que sobre él tienen las autoridades, nuestros colegas de México y del extranjero, y la sociedad a la cual se debe. Pero la autosatisfacción puede llegar a ser un ejercicio narcisista vacuo si olvidamos que estos logros alcanzados nos comprometen para no sólo proseguir en el feliz camino recorrido sino para mejorarlo, superarlo y saber trasmitir a las generaciones que nos suceden la mística de servicio y de compromiso científico y social con el que fue creada esta institución. Más aún, cuando la realidad nacional sufre situaciones de crisis, y nubes ominosas parecieran amenazar la marcha de los asuntos públicos y los de la convivencia civilizada, el ejemplo y el testimonio de esta casa puede mostrar que los valores que ostenta y la sostienen, su misión y su visión, son como una roca firme en medio de la tormenta y que instituciones con esta limpia y luminosa trayectoria pueden y deben nutrir la esperanza de los mexicanos.