Salud Mental

Televisión y salud mental

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Francisco Alonso-Fernández

Resumen

La influencia ejercida por la televisión sobre el modo de vivir cotidiano es muy superior a las modificaciones producidas por cualquier otro avance o descubrimiento técnico. La cultura de la imagen es una seria amenaza para la pervivencia del hábito de la lectura. Entre sus efectos negativos, unos se deben a la torpeza del discurso televisivo y otros, al uso inadecuado de la pantalla. La mayor parte de los niños y de los adolescentes españoles no ha aprendido aún el modo conveniente de ver la televisión. En ningún caso es admisible que un niño permanezca ante la pantalla absorbido por ella, solo, silencioso, e inmóvil. La contemplación de una cierta cantidad de violencia televisiva incrementa la agresividad del muchacho ya a partir de la edad de tres años. Las chicas suelen quedar preservadas de estos efectos por la inhibición de la agresividad implicada en el proceso de socialización femenino y, además, por su hábito de ver las imágenes sin confundirlas con la realidad. La distorsión de las verdades, la manipulación de las noticias y el sensacionalismo representan, para el adulto, la fuente informativa más importante de violencia. La cantidad máxima de televisión por día no debe superar los 60 ó 70 minutos en un niño de cualquier edad. La teledependencia es un fenómeno que se desarrolla, sobre todo, en los niños y los jóvenes que han abusado de la televisión o que tienen una personalidad muy pasiva. El teleadicto no puede prescindir de la televisión, igual que si fuese una droga. La televisión ha favorecido, en líneas generales, la cohesión familiar, sobre todo en el estrato socioeconómico medio. Ha prestado también una contribución positiva importante mediante la presentación de otros modelos de familia, a la superación del patriarcado tradicional en la familia española. La exposición televisiva más adecuada es la que se acompaña de comentarios, juegos o lectura. El estado de anestesia o hipnosis televisiva consiste en un bloqueo mental que no permite al sujeto alejarse de la pantalla. Sólo las personas más cultas, activas e inteligentes se libran en todo momento de esta perturbadora experiencia. Las potencialidades pedagógicas y terapéuticas de la televisión (formación del gusto y de la sensibilidad, socialización de las actitudes y de las conductas, educación permanente, reducción de algunas fobias, etc.) han sido muy poco utilizadas hasta hoy. En la televisión comercial no hay cabida para esta orientación prosocial. Los productores de la televisión pueden grabarse la noción de que en cada comunidad sólo hay un reducido grupo de sujetos que funcionan como generadores de opinión. Son los llamados guías de opinión (profesionales "Líderes natos", cabezas de familia, etc.). Los programas pensados para ellos conducen a la cultura de la nivelación, que supone una opción social muy superior a la cultura masificada de la insignificancia (programas para agradar a todos) y a la cultura elitista (programas para complacer a la oligarquía). Con la complicidad de la televisión ha estallado la psicopatología del éxito. La celebridad sonríe ahora a personas jóvenes de frecuentes apariciones públicas, como cantantes, artístas y presentadores. Cuando el divo no tiene una edad suficiente, un mundo interior dilatado y una personalidad estable, no puede asimilar adecuadamente el éxito, y las exigencias de la celebridad lo conducen a distintas alteraciones psíquicas: "la depresión de la fortuna", la hipertrofia del narcisismo, la histerización, el abuso de drogas. Es muy frecuente hoy el "divismo de la irresponsabilidad". Entre la televisión y la sociedad que la alberga existe una simbiosis íntima que permite afirmar que cada país tiene la televisión que merece y cada televisión se desarrolla en el país que le corresponde. Todo plan nacional de salud mental debe incluír el adecuado funcionamiento del ente televisivo como una de sus prioridades más absolutas.
Palabras clave:
medios de comunicación, salud mental, televisión, familia-relaciones, ver, adolescencia, edad adulta, infancia, niños